“Nada hay tan poderoso como una idea a la que le ha llegado su momento”, escribió Víctor Hugo cargado de razón. Las ideas son semillas que contienen en sí mismas el impulso para convertirse en árbol, y un día lo harán. Antes de cualquier cosa existe la “idea” de dicha cosa, el potencial invisible auto-impulsado hacia su realización, que es la consecuencia natural e inevitable.
Observo estos días el devenir de los acontecimientos en el mundo con especial atención, consciente del momento que nos corresponde vivir, inmersos en el guión de la Vida que exige ser ahora interpretado. Con especial atención, digo, y con una mezcla de regocijo, sobrecogimiento y asombro, ante la aparición de “lo esperado”; como quien ve brotar la semilla plantada en el seno de la tierra, donde permaneció silenciosa y viva hasta que llegó su momento.
Se cumple ahora un año desde la publicación en este mismo Blog de un comentario que titulé: “UNA MIRADA AL MUNDO (2)”, en el que adelantaba mi sentimiento respecto al devenir cercano. En él escribí:
“Las crónicas anticipadas aluden al tiempo presente en tanto que escenario de cambios profundos que afectan a la raíz, a la estructura del mundo actual en todas sus facetas: economía, política, justicia, religión…, y en las instituciones que las representan. Los poderosos arquetipos que rigen el devenir, los “dioses del cambio”, han entrado en actividad provocando ya situaciones de caos inesperadas y catastróficas, y una sensación generalizada de inestabilidad que es de por sí un aviso. Todo es convocado a una severa revisión tras la cual pocos elementos del paradigma actual podrán prevalecer”.
En estos días asistimos al nacimiento de un movimiento social donde conviven colectivos tan dispares como jóvenes estudiantes, padres de familia, jubilados, empleados, personas en paro…, dando forma a un sentimiento nunca antes expresado, porque no nace de sus particularidades, sino del hecho común de ser “seres humanos”.
El Sistema (ese algo difícilmente definible que aglutina el poder, los medios y la estrategia, al servicio de un mundo que con absoluta propiedad llamamos Samsara, puesto que en su naturaleza está el no cambiar, el seguir siendo tal como es), ya ha percibido su aparición. Los medios de comunicación han puesto su mirada en el joven movimiento y le dedican tertulias entre expertos analistas y espacios en los informativos. Nadie asegura cuál será su evolución, pero la inquietud es evidente. El Sistema, el paradigma actual, contiene ahora en su tejido una célula portadora de nuevas instrucciones:
“Una nueva generación de hombres ha comenzado ya a nacer en nuestros hogares. Ellos son el recambio, los nuevos gestores del mundo naciente. A nosotros, los que vinimos antes, nos corresponde el gestionar ese cambio, el vivir la noche oscura hasta la llegada de un amanecer que deje en sus manos un mundo renovado, probablemente más equilibrado, más justo y más humano”.
Así me expresaba en mi aludido comentario anterior, sacando a la luz un sentimiento que acogía la intuición y la esperanza. Hoy, tras los acontecimientos mundiales que han sorprendido a la humanidad con catástrofes naturales, levantamientos de naciones enteras desde la opresión de sus gobiernos, y hundimientos económicos y morales, contemplo el mundo con renovada esperanza y entusiasmo, pues veo llegada la hora en que la semilla plantada ha germinado. Salgo a las calles y plazas de la Vida ocupadas por aquéllos que sueñan con un mundo diferente, estudiantes, padres de familia, jubilados, amas de casa, parados…, y sumo mi corazón al impulso que los mueve, porque ellos, nosotros, somos la avanzadilla de todos los convocados por la vida para promover el cambio necesario.
“Hoy son escritos para nosotros aquellos versos de Walt Whitman: “Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo”.
Así terminaba mi comentario hace exactamente un año, y así termino hoy.
Mantengo mi lámpara encendida.