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martes, 16 de febrero de 2010

EL GATITO DESHAUCIADO

Hacía poco que nos habíamos mudado a la nueva casa, situada en el lindero de la población con el campo. A espaldas, la urbe. Enfrente, una pradera silvestre y un extenso pinar por donde saltaban las liebres al paso del caminante. Una mañana apareció una caja con cuatro gatitos a la puerta de nuestra casa. Alguien los había dejado allí. Tendrían poco más de un mes y aún no abrían del todo los ojos. Eran iguales dos a dos: dos eran completamente pardos y los otros dos, pintados. Todos eran hembras.

Repartimos el lote con unos amigos que también eran vecinos, y todos nos sentimos felices con aquel inesperado regalo de bienvenida. Llegamos a tener treinta y cuatro gatos a la vez. Y mi amigo otros tantos. (Creo que nunca se ha dado una concentración de gatos por metro cuadrado tan elevada como la que favorecimos entre los dos). Competíamos alegremente en número y en belleza, pero reconozco que los mejores ejemplares los aportó él. Con frecuencia asistíamos a su nacimiento y, en menos ocasiones, también a su muerte, porque los gatos gustan de morir en soledad. Se alejan de ti, buscan un lugar adecuado, y no los vuelves a ver. Los gatos de mi amigo venían a morir a nuestro jardín, pero nunca supimos dónde lo hacían los nuestros.

Un día, una gata pinta llamada “Miche” dio a luz una camada de cuatro. A uno de ellos lo sacó fuera de su regazo apenas nació, enroscándose con los otros tres pegados a su vientre mientras el primero, separado unos pocos pero fatídicos centímetros de la madre, emitía un débil maullido y tiritaba, no sé si a causa del frío o del abandono...Intentamos subsanar el “descuido” materno poniéndole el gatito a mamar. Una vez, dos veces..., diez veces. Pero el instinto de la madre era más fuerte -y más sabio- que nuestro deseo, y no conseguimos que lo aceptara.

No nos dimos por vencidos, pese a todo, y decidimos asumir el rol de madre, alimentando y protegiendo al gatito casi tan solícitamente como “Miche” lo hacía con sus otros hijos. El gatito sobrevivió, pero no llegó a ser un cachorro normal ni sano. Su raquitismo era tan llamativo que nos causaba dolor. Para entonces ya habíamos asumido que el pequeño animal no estaba llamado a corretear por el jardín con sus hermanos, ni a acechar a los pájaros, ni a encaramarse al olivo centenario..., ni a vivir. Y que su madre así lo percibió en el mismo instante de nacer, dándolo por perdido conforme a un desarrollado instinto natural que no incluye la protección del débil.

Cuando aún no había alcanzado la edad de dos meses se le formó un tumor en el ojo derecho que en pocos días se hizo del tamaño de una canica blanquecina, sobresaliéndole exageradamente. El aspecto del gatito era desolador. Daniel, mi hijo menor, tenía entonces cuatro años de edad, y aquel débil cachorro era su favorito. Lo tomaba entre sus manos y lo acariciaba suavemente, como temiendo hacerle daño. Una tarde, mientras lo sostenía sobre sus piernas, me acerqué a él y comenté: “¡Dios mío, cómo se le ha puesto el ojo!”. Y Daniel, acercándomelo, contestó: “Sí, ¡pero mira que bonito es el otro ojo, papá!”. Y recordé a Jesús y su advertencia: “Si no os hacéis como niños...” Y supe que el Reino de los Cielos también está relacionado con la manera de ver.

10 comentarios:

  1. Así es querido Felix, tú lo supiste hace tiempo, con Daniel y el gatito, que el Reino de los cielos también esté relacionado con la manera de ver las cosas. Nosotros, Concha y yo lo acabamos de saber estos dias. Hemos experimentado el Reino de los Cielos con tan solo cambiar la manera de ver a nuestro hijo Carlos, uno de esos que considerábamos generación Ni-Ni. Digo considerábamos, porque desde esa consideración apreciábamos lo que era un "infierno" familiar. Ahora, desde la nueva manera de ver a nuestro hijo, esto es el Reino de los Cielos. Ya no es de la generación Ni-Ni, ahora somos los del Pacto de Amor, los de la Comunión de los Santos.
    !! Viva ¡¡ esta nueva generación, que nos está habriendo las puertas al Niño Interior y con él al Nuevo Reino.

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  2. ¡Qué hermosa lección de Amor, la de Daniel!. Solemos los humanos, y no se entienda como juicio ya que todo es adecuado, hacer como la gata madre. Rechazamos auqello que nos diferencia, nos incomoda o no es "normal", sin hacernos conscientes que son las diferencias las que nos enriquecen y nos hacen inclusivos, en ese perenne camino hacia la unidad "perdida". Un fuerte abrazo. José Luis

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  3. Gracias Félix, por eseñarnos a estar atentos a las cosas aperentemente pequeñas. Un abrazo Ina.

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  4. Y digo yo...
    ¡Qué ignorantes somos cuando nos hacemos mayores creyendonos capaces de modificar, desde la ignorancia,el destino de las cosas!
    Decía Aquel"perdónalos, no saben lo que se hacen"

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  5. Al leer recordé cuando decidí ir a buscar a mi hijo al colegio con su mejor amigo y vecino del campo donde vivimos. Al verse por entremedio de la reja dieron juntos un grito y se buscaron para abrasarse. El portero al notar a este niño "diferente" en aspecto se interpuso para prohibirle el paso, por una puerta que era de libre circulación. Pero basto mi mirada y un gesto para que se detuviera y entendiera que venia conmigo. Ellos no lo notaron, se fundieron en un abrazo lleno de verdad.Esta vez pude evitarlo, un abrazo, cristian.

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  6. Preciosa historia Félix que me recuerda aquella otra frase de Jesús que decía: "Dejad que los animales se acerquen a mí" ¡Uy! los niños, quería decir los niños.
    Un abrazo.

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  7. Felix,me ha parecido muy bella tu historia de los gatitos,me ha emocionado.Ahí están las dos posturas,la objetiva naturaleza y los ojos de un niño,ambas impresionan.Un beso.Maricarmen Mena

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  8. Ayer, paseando con mi perra, me acordé de una anécdota que viene a subrayar el mensaje que contiene la historia de los gatitos.
    En cierta ocasión, me encontraba en el portal de mi casa esperando a una persona con la que había quedado, para no me acuerdo qué cuestión. Aunque ya no llovía, todavía el suelo estaba mojado y del tejado se dejaba caer alguna que otra gotera. Por delante pasó un grupo de cuatro personas realizando la típica ruta txikitera, de bar en bar. En eso que una de las goteras fue a impactar en la mollera de uno de ellos. No le hizo ninguna gracia y empezó a recitar maldiciones y juramentos de todo tipo¡Menudo cabreo que se cogió el hombre!
    Al cabo de un rato pasó por allí un niño de unos diez años,y también la gotera fue a acertar con él. Este,levantó la vista hacia arriba y con una sonrisa abrió la boca todo lo que pudo disponiéndose a atraparla con sumo interés. Allí me quedé observando al niño que cada vez que la gotera descendía, hacía todo lo posible para cazarla. Se lo estaba pasando pipa y yo también, viéndole a él.

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  9. Es la mirada amorosa de Jesús. El siempre iba más allá... no tenia miedo, ni interés, ni nada que perder. Por eso el sabía permanecer y apreciar, donde otros quizá rápidamente huyen o condenan...
    <<< Un día, yendo con sus apóstoles, pasaron cerca del cadáver de un perro. Los apóstoles exclamaron: “¡Qué peste tan nauseabunda despide ese perro!¡Maestro, vámonos de aquí que nos impurificamos!” Pero Jesús tranquilo les dijo... “¡Que blancos y perfectos son sus dientes!”>>>

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  10. Querido Felix..¡¡ y tambien queridos todos que acudís a esta página.
    La lectura de esta historia que nos cuentas es enternecedora y la respuesta de tu hijo Daniel, la espóntanea de la inocencia, la única real.
    Leyendo me he acordado de una anecdota curiosa que me dejó reflexionando largamente, pues sé que nada, absolutamente nada nos es ageno o casual y deseo compartirla con todos.
    Este verano ví caer en la piscina que tengo en casa un pequeño gorrión que estaba explorando por primera vez su vuelo..., viéndo que se ahogaba corrí rápidamente a salvarlo, lo sequé, lo puse al Sol y observandolo durante toda la tarde con un enorme gozo ví que los padres acudían a alimentarlo por lo cual deduje que saldría adelante....
    Ya entrada la noche bajé al patio donde estaba el pequeño gorrión para cerrar la puerta de entrada a la casa y al cerrarla no pude ver que el pájaro se había acurrucado justo en el escalón contra el que cerré la puerta.....
    Mi desazón era impresionante por haber salvado la vida de ese pequeño gorrión para despues de manera fortuita acabar con él.....
    No lloré, y no por ganas....mas bien reflexioné sobre algo que tiene que ver tal vez....con permitir que las cosas sean como son sin juicio alguno al respecto. Consternada por lo sucedido y al mismo tiempo aliviada por la reflexión profunda de que la Vida que todos somos no muere sino que se transforma y que nada realmente valioso puede perderse jamás....viví la experiencia con serenidad y no obstante seguiré mirando con los ojos de la inocencia que hace lo adecuado en cada momento y miraré por si volviera a caer de nuevo algún otro gorrión pues por los aleros de estos tejados hay muchos nidos que alborotan de una magnífica manera las mañanas de primavera y verano...con los cantos de la Vida que nace una y otra vez....y si así fuera, de nuevo, volveré a salvarlos tantas veces como hiciera falta y también tendré cuidado al cerrar la puerta....
    Con mucho Amor para todos.
    Eufemia.

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