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jueves, 14 de marzo de 2013

EL NUEVO PAPA (o “se busca pastor comprometido”)


“No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo”
 Jn 12,47


La Curia, siguiendo un simbólico y misterioso ritual, ha celebrado estos días el Cónclave que concluye con  la elección de un nuevo Papa, en medio de la expectación habitual en este caso, pues conlleva el fin de un sentimiento colectivo de orfandad, y muchos otros sentimientos que conviven en él. Entretanto, su antecesor Benedicto XVI, permanece retirado en el silencio y, quién sabe, si sumido en la tarea de reconciliación con lo diabólico que yo imaginé en mi comentario publicado días atrás; en pleno proceso de descenso a los infiernos, a los mundos inferiores donde habita todo lo rechazado o maldecido por la humanidad, no porque sea maldito, sino porque así es juzgado por los humanos que  creen en un dios mermado, dividido. Sigo imaginando al Papa ausente metido en el papel del buen pastor que va en busca de la oveja extraviada, como antes hizo Jesús.

Jesús es el paradigma de la compasión. Descendió a los infiernos -o  ínferos- atraído por el sufrimiento en él existente, y no por cuestiones morales. Porque lo que en él habita no son aspectos o modalidades de la conducta humana abominables, sino estados del alma nacidos  del dolor, la vergüenza y el miedo experimentado por las personas que sufrieron el rechazo o la condena por practicarlas. De esa sustancia está hecho el ínferos, de ese dolor. Lo que vive allí no son entidades perversas contrarias a Dios como muestran las iconografías católicas y se nos ha dicho, sino las almas hijas de Dios que nunca se han sentido así, porque nadie les hizo sentir con su aceptación y su amor que así era. Todo juicio negativo lleva implícita la condena, propia y ajena, porque en el alma humana está ya sembrada la culpa como una predisposición. Y somos nosotros, con nuestros juicios condenatorios hacia los demás, quienes activamos dicha predisposición y quienes sembramos el sufrimiento que ellos sufrirán. Somos nosotros quienes, bajo el pretexto de una moral inspirada en la separación, mandamos a los demás al infierno sin saber que al condenar a otros nos condenamos a nosotros mismos. Así se perpetúa el dolor en el mundo, como sabiamente afirmó el Buda: “Si hay dolor en el mundo, alguien lo sufrirá”.

Jesús, el compasivo, descendió a los infiernos del alma humana, repletos tras siglos de condena de los unos a los otros,  para abrazar a todos los rechazados, excluidos y condenados de la tierra. Y  no lo hizo después de morir, como afirma el Credo,  sino en vida: dedicándose a ellos, compartiendo sus limitaciones y penas, pero anunciando también que otra vida es posible y les aguarda; llevándoles el mensaje de que Dios es un padre amoroso y bueno que cuida, alimenta y protege todo cuanto existe; que conoce sus necesidades y  hace salir el sol y derrama la lluvia para justos y pecadores por igual; que son amados por Él tal cual son porque así los ha creado y  que no pesa sobre ellos ninguna condena;  animándoles a que salgan de la oscuridad, a que  recuperen su dignidad jamás perdida y entren por fin en la casa del Padre. Porque ellos son la oveja extraviada y el hijo pródigo, cuya recuperación es celebrada con una fiesta.

Para eso vino Jesús al mundo. Y lo supo aquel día que en la sinagoga de Nazareth leyó el texto de Isaías: “El espíritu del Señor está sobre mí, pues me ha ungido, me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los encarcelados” (Is 61,1). Dice el evangelista que, Jesús, conmovido tras la lectura, guardó un profundo silencio. Luego, pronunció las palabras: “Esta profecía se cumple hoy”, propias de quien reconoce en ella su personal destino. Ellos, los que sufren, fueron y son su objetivo. Porque el infierno o ínferos  no es  un lugar ni un estado posmorten, sino una realidad presente, una calidad de vida que incluye el sufrimiento. Si sufres, estás en el infierno. Y Jesús lo sabía. Sabía que el infierno, como el Reino de los Cielos están en nosotros, latentes, y cualquiera de ellos puede hacerse real porque la vida humana es así. Y sabía también que el alma queda atrapada en una estructura psíquica de la que es muy difícil salir, si no imposible,  sin la ayuda de “arriba”.

Esta es nuestra realidad conocida por Jesús, este es el escenario donde vivimos: el ínferos, o mundo inferior. En tal circunstancia,  el ínferos, atrapado en esa cárcel psíquica y abatido, eleva su mirada hacia los Cielos en petición de ayuda y su propio desamparo atrae la respuesta del mundo superior. Esa es la Ley.  Y, ese Jesús que hemos conocido, es la respuesta compasiva de Dios que acude en su auxilio; el buen pastor que da la vida por sus ovejas.

Escribo esta reflexión a caballo entre dos momentos: el del humo blanco que pone fin a la búsqueda de candidato, y las palabras que pronunció Angelo Sodano –el Decano de los Cardenales- en el inicio del Cónclave, señalando el perfil de dicho candidato; es decir, el tipo de persona que se necesita o se desea para ocupar ese cargo. Y según ha trascendido de manera oficial, el anciano cardenal,  durante la celebración de la misa Pro eligendo Pontífice,   pidió  “que el Señor conceda pronto a la Iglesia otro buen pastor dispuesto a dar la vida por sus ovejas”.

Sí, ha hablado como portavoz de los sufrientes, de todos los presos y abatidos; ha puesto palabras a la necesidad del mundo: está llamando a Jesús. Solo que Jesús, tras su muerte en el Gólgota, es un “nuevo Jesús”; ya no es un individuo sino un colectivo, un impulso vital siempre presente, un río de compasión entre el Cielo y la Tierra que engloba a miles, tal vez millones de almas que comulgan con él y han tomado el testigo.

Tal vez el nuevo Papa responda a ese perfil específico que, al propio tiempo que permite anunciar el Reino de los Cielos, exige  vivir los aspectos más humanos del alma; tal vez sea capaz -y pueda- acariciar y ser acariciado por los heridos, mirarse en sus ojos y sentir sus penas, mostrarse idéntico a ellos y dejar que aflore su debilidad y su llanto junto a ellos…; porque lo que en verdad nos une no es la fe compartida, sino el dolor que ablanda el corazón.

Tal vez este Papa que procede del Nuevo Mundo sea un indicio del “mundo nuevo” al que aspiramos, y estemos  ante el umbral de un cambio, de un punto de inflexión en la manera de vivir más humana y compasiva. Por eso hoy quiero pensar en mí y en nosotros, los de a pie; en el significado de Jesús en la vida humana que a todos nos concierne, en el infierno que nos rodea y en la necesidad de no sembrar más dolor, sino reconocimiento y estima por todo lo viviente. Hoy quiero pensar que todos somos llamados a la tarea, cada uno en su sitio, y que no somos menos responsables que el Papa ante  la necesaria Redención.

Félix Gracia

6 comentarios:

  1. Que bonito tu escrito Felix,espero que podamos y seamos capaces de recoger el testigo de JESUS,estamos acostumbrados a delegar en los demás y sobre todo en una cabeza visible, como es el Papa, la tarea que es de todos. Dios te bendiga. Un abrazo.
    M.Angeles

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  2. Que tremenda reflexion amigo,....la he leído varias veces y me ha impactado su profundidad. El extraordinario evento que hemos presenciado en estos días con toda seguridad conmueve la esencia de muchos de nosotros, por aquello del sentimiento colectivo de orfandad.
    La lectura que hacemos nosotros -con nuestros recursos- de los hechos que se van sucediendo no siempre es la correcta. Con tus aportes y sabiduría tenemos la posibilidad de ver mas claro, mas nítido, de expandir nuestra conciencia y de hacernos mas sensibles a lo autentico, a lo verdadero, .......gracias, infinitas gracias.

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  3. Sincronías...
    http://www.publimetro.cl/nota/mundo/captan-nube-en-forma-de-angel-despues-de-nombramiento-del-papa-francisco/xIQmcn!ERExSbd5U8G3/

    Saludos desde Chile, Félix.

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  4. Hola Félix, gracias.
    Se nos ha dicho desde pequeños que unas personas -los buenos- van al cielo, mientras que otras -los malos- van al infierno. Pero ¿y si no fueran personas separadas, sino diferentes aspectos de nosotros mismos los que vivieran en ambos mundos?, ¿qué pasaría si una parte de tu alma viviera exiliada en la oscuridad, esperando que otra parte de ti la rescatara? El alma herida está fragmentada. Una parte del alma reside en los mundos inferiores, presa del miedo, la verguenza, la culpa, el odio hacia si misma. Sólo tú puede ir en su auxilio. Llámala, abrázala, ábrele tu corazón, para que vuelva a ti y se integre en la totalidad de tu ser. Para eso hemos venido y no nos iremos de aquí si no es llevándonos de la mano a todos estos niños huerfanos.
    Un saludo. Luis

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  5. Yo siento que quiero hacer como Jesús. Bajo a los infiernos, proponiéndome salvar a las almas que allí están. Pero lo que me pasa es que me quedo atrapado y mi alma se confunde con la de los atrapados y afligidos. Quiero ayudar a otros, pero me quedo encarcelado con los presos, sufriendo sus mismas penas. A Jesús le pasó igual. Yo tengo compasión de los afligidos, humillados y abatidos poniéndome en su mismo lugar.

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  6. Yo me pregunto... de donde brota tanta sabidurìa? Me encantò el contenido sobre el tema. Muchas gracias Felix.

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