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sábado, 9 de marzo de 2013

LA MUJER DEL AGUA (o aquí no sobra nadie)


Hace algunas semanas me encontré con una película de esas que pasan desapercibidas, por ser especial. El argumento:  “todos tenemos algo que hacer en la vida, que nadie más puede hacer si no tú”. La película se desarrolla en un bloque de viviendas habitadas por personajes de lo más peculiar -y en algún caso aparentemente absurdos y sin ninguna “utilidad”- a modo de metáfora del mundo donde coexisten magia y realidad. El complejo dispone de una piscina comunitaria en la que un día aparece una delicada mujer, no humana, procedente de un mundo subterráneo que se comunica con éste a través de la piscina. La  joven del agua no puede sobrevivir alejada de su mundo y debe regresar. El retorno, no obstante, exige resolver claves y sortear dificultades y peligros sobrenaturales; situaciones que, al no poder afrontar por sí misma, necesita  ser ayudada. Y no por cualquiera, sino por alguien dotado de una  específica cualidad que le hace ser el único capaz de ello.

La trama de un antiguo cuento japonés, sólo conocido por una persona, permite ir descubriendo los personajes dotados de dicha específica cualidad,  cuya intervención  necesita  la joven del agua para regresar viva a su mundo. Todos ellos son personas conocidas y cercanas, miembros de la comunidad de vecinos, desde el más letrado, al más estrambótico o aparentemente inútil. Cada uno tiene la cualidad precisa “para hacer eso que hay que hacer”, y nadie más la tiene ni podría hacerlo.

Todos y cada uno cumplen  con su rol en la forma y el momento precisos, como ejecutando un elaborado y mágico  plan que se va desvelando paso a paso. Y la mujer del agua regresa a su mundo. Y concluye así la metáfora.

Vivimos encerrados en nuestro egocentrismo y creyéndonos autosuficientes  frente a los demás, cuando no superiores a ellos, porque así parecen confirmarlo nuestros logros personales. Hemos tomado tanto partido a favor de la realidad aparente, que ya no percibimos la magia. Hemos fortalecido el ego hasta niveles tan elevados, que hemos perdido el contacto con nuestros orígenes.

Así es el vivir humano. Pero la verdad es otra. La verdad es que cada uno de nosotros se asemeja a esa mujer del agua, que sólo puede regresar a su mundo con la ayuda de los demás.

Somos seres ilimitados, aunque contenidos. Como una semilla en cuyo seno habita el espléndido árbol que puede llegar a ser. Pero nadie se convierte en árbol al margen de los “otros”, sino gracias a ellos. Somos portadores de un inmenso potencial y del impulso para hacerlo realidad; aspiramos de manera natural hacia algo intuido como más elevado y grande que nosotros mismos y lo buscamos en todo momento de la vida aún sin ser conscientes de ello.  Y en esa magna aventura, no caminamos sin rumbo, sino conforme a un diseño implícito en el alma; un Plan sin fecha de vencimiento pero con un final asegurado a modo de destino cierto.

Nuestros antepasados, sensibles al devenir del hombre en la Tierra,  representaron dicho proceso mediante una cruz. En ella, la aspiración humana está simbolizada por el palo vertical que se yergue hacia el cielo, mientras el palo horizontal alude al ámbito donde la  aspiración se cumple, que es la relación con el “otro”, o con los demás; con el prójimo o “próximo”. La cruz simboliza “el ser humano realizado”, el hombre consciente de su naturaleza original representada por el Adam primigenio, imagen de Dios o Dios mismo; el Hombre Nuevo, consciente de ser  uno en y con Dios. Atman y Brahman reconocidos como el mismo.

El mundo que habitamos es verdaderamente extenso y complejo,  y ello contribuye a imaginar que el ambiente adecuado para realizar nuestro potencial se halla lejos de donde estamos, en otro lugar y con otras personas. Y podría ser cierto. Pero antes de emprender ese viaje en busca del destino, la vida sugiere que miremos primero al que tenemos al lado, al “próximo”. Porque, si está ahí, tal vez posea esa cualidad específica que al igual que los personajes de la película haga posible el regreso a nuestro mundo. Simbólico retorno que equivale a la metáfora del “ser humano realizado”, finalmente cumplida.


Félix Gracia

8 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho Felix tu interpretación, así es efectivamente y te doy las gracias porque me llega como anillo al dedo en estos momentos de mi vida en los que me acabo de jubilar y tengo que regresar a ese mundo mágico en el que he vivido durante muchos años, pero ahora estoy perdida y necesito regresar a mis origenes. Ya sabes que te aprecio mucho: Lugui Cabello.

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    1. Gracias por tus palabras y feliz y "jubilosa" jubilación.
      Félix

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  2. Gracias Felix por unir las notas escribiendo una melodía que nos une a todos, como siempre desde que escucho tus grabaciones y leo tus palabras me ayudas a caminar el camino cuando más me cuesta.

    Un abrazo desde Viña del Mar (Chile)

    Pati Ilabaca

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    1. Gracias a ti, querida Pati. Abrazos para toda la familia.
      Félix

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  3. Sin el otro (próximo) no experimento quien SOY ni me descubro (cosa que a veces olvido).Un beso enorme corazón por recordarlo
    Kuchy

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    1. Gracias querida Kuchi, y otro beso para ti.
      Félix

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  4. Amigo Félix, me gusta sacar algún párrafo de tu comentario para exponer mi opinión sobre el tema.Cuando dices "Hemos fortalecido el ego hasta niveles tan elevados, que hemos perdido el contacto con nuestros orígenes",sigo estando de acuerdo y además añadiría que, ésos orígenes los conocemos de una manera inconsciente y que espiritualmente estamos seguros de que es verdad.
    Creo que los últimos avances científicos en temas del "Mundo Cuántico", nos van a encaminar, sutilmente, en la dirección correcta para que nuestro ego se debilite, dando paso a una consciencia más y más elevada de nuestra Naturaleza Divina.
    Me gusta pensar que cualquier día te atreverás a hablarnos de el asunto, pues ya va siendo hora de sacar ideas que intuimos atrevidas, pero que de alguna manera, las vemos en la otra orilla mientras cruzamos nuestro particular Mar Rojo, en busca de la Tierra Prometida.

    Un abrazo y ánimo.

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  5. Sí, así es. La "separación" no es total, sino suficiente. Por eso no conlleva la ruptura del vínculo, que permanece y es percibido intuitivamente.
    En efecto, la Física Cuántica explica nuestra naturaleza espiritual y así lo he tratado en alguno de los libros que he escrito, como seguramente conoces. Pero utilizaré también este medio para hablar de ello.
    Gracias por tu presencia y colaboración. Y otro abrazo para ti.
    Félix Gracia

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