Hace
algunas semanas me encontré con una película de esas que pasan desapercibidas,
por ser especial. El argumento: “todos
tenemos algo que hacer en la vida, que nadie más puede hacer si no tú”. La
película se desarrolla en un bloque de viviendas habitadas por personajes de lo
más peculiar -y en algún caso aparentemente absurdos y sin ninguna “utilidad”- a
modo de metáfora del mundo donde coexisten magia y realidad. El complejo
dispone de una piscina comunitaria en la que un día aparece una delicada mujer,
no humana, procedente de un mundo subterráneo que se comunica con éste a través
de la piscina. La
joven del agua no puede sobrevivir
alejada de su mundo y debe regresar. El retorno, no obstante, exige resolver
claves y sortear dificultades y peligros sobrenaturales; situaciones que, al no
poder afrontar por sí misma, necesita ser ayudada. Y no por cualquiera, sino por
alguien dotado de una específica cualidad
que le hace ser el único capaz de ello.
La
trama de un antiguo cuento japonés, sólo conocido por una persona, permite ir
descubriendo los personajes dotados de dicha específica cualidad, cuya intervención necesita
la joven del agua para regresar viva a su mundo. Todos ellos son
personas conocidas y cercanas, miembros de la comunidad de vecinos, desde el
más letrado, al más estrambótico o aparentemente inútil. Cada uno tiene la
cualidad precisa “para hacer eso que hay que hacer”, y nadie más la tiene ni
podría hacerlo.
Todos
y cada uno cumplen con su rol en la
forma y el momento precisos, como ejecutando un elaborado y mágico plan que se va desvelando paso a paso. Y la
mujer del agua regresa a su mundo. Y concluye así la metáfora.
Vivimos
encerrados en nuestro egocentrismo y creyéndonos autosuficientes frente a los demás, cuando no superiores a
ellos, porque así parecen confirmarlo nuestros logros personales. Hemos tomado
tanto partido a favor de la realidad aparente, que ya no percibimos la magia. Hemos
fortalecido el ego hasta niveles tan elevados, que hemos perdido el contacto
con nuestros orígenes.
Así
es el vivir humano. Pero la verdad es otra. La verdad es que cada uno de
nosotros se asemeja a esa mujer del agua, que sólo puede regresar a su mundo
con la ayuda de los demás.
Somos
seres ilimitados, aunque contenidos. Como una semilla en cuyo seno habita el
espléndido árbol que puede llegar a ser. Pero nadie se convierte en árbol al
margen de los “otros”, sino gracias a ellos. Somos portadores de un inmenso
potencial y del impulso para hacerlo realidad; aspiramos de manera natural
hacia algo intuido como más elevado y grande que nosotros mismos y lo buscamos
en todo momento de la vida aún sin ser conscientes de ello. Y en esa magna aventura, no caminamos sin
rumbo, sino conforme a un diseño implícito en el alma; un Plan sin fecha de
vencimiento pero con un final asegurado a modo de destino cierto.
Nuestros
antepasados, sensibles al devenir del hombre en la Tierra, representaron dicho proceso mediante una cruz.
En ella, la aspiración humana está simbolizada por el palo vertical que se
yergue hacia el cielo, mientras el palo horizontal alude al ámbito donde la aspiración se cumple, que es la relación con
el “otro”, o con los demás; con el prójimo o “próximo”. La cruz simboliza “el
ser humano realizado”, el hombre consciente de su naturaleza original representada
por el Adam primigenio, imagen de Dios o Dios mismo; el Hombre Nuevo,
consciente de ser uno en y con Dios. Atman y Brahman reconocidos como el mismo.
El
mundo que habitamos es verdaderamente extenso y complejo, y ello contribuye a imaginar que el ambiente
adecuado para realizar nuestro potencial se halla lejos de donde estamos, en
otro lugar y con otras personas. Y podría ser cierto. Pero antes de emprender
ese viaje en busca del destino, la vida sugiere que miremos primero al que
tenemos al lado, al “próximo”. Porque, si está ahí, tal vez posea esa cualidad
específica que al igual que los personajes de la película haga posible el
regreso a nuestro mundo. Simbólico retorno que equivale a la metáfora del “ser
humano realizado”, finalmente cumplida.
Félix
Gracia
Me ha gustado mucho Felix tu interpretación, así es efectivamente y te doy las gracias porque me llega como anillo al dedo en estos momentos de mi vida en los que me acabo de jubilar y tengo que regresar a ese mundo mágico en el que he vivido durante muchos años, pero ahora estoy perdida y necesito regresar a mis origenes. Ya sabes que te aprecio mucho: Lugui Cabello.
ResponderEliminarGracias por tus palabras y feliz y "jubilosa" jubilación.
EliminarFélix
Gracias Felix por unir las notas escribiendo una melodía que nos une a todos, como siempre desde que escucho tus grabaciones y leo tus palabras me ayudas a caminar el camino cuando más me cuesta.
ResponderEliminarUn abrazo desde Viña del Mar (Chile)
Pati Ilabaca
Gracias a ti, querida Pati. Abrazos para toda la familia.
EliminarFélix
Sin el otro (próximo) no experimento quien SOY ni me descubro (cosa que a veces olvido).Un beso enorme corazón por recordarlo
ResponderEliminarKuchy
Gracias querida Kuchi, y otro beso para ti.
EliminarFélix
Amigo Félix, me gusta sacar algún párrafo de tu comentario para exponer mi opinión sobre el tema.Cuando dices "Hemos fortalecido el ego hasta niveles tan elevados, que hemos perdido el contacto con nuestros orígenes",sigo estando de acuerdo y además añadiría que, ésos orígenes los conocemos de una manera inconsciente y que espiritualmente estamos seguros de que es verdad.
ResponderEliminarCreo que los últimos avances científicos en temas del "Mundo Cuántico", nos van a encaminar, sutilmente, en la dirección correcta para que nuestro ego se debilite, dando paso a una consciencia más y más elevada de nuestra Naturaleza Divina.
Me gusta pensar que cualquier día te atreverás a hablarnos de el asunto, pues ya va siendo hora de sacar ideas que intuimos atrevidas, pero que de alguna manera, las vemos en la otra orilla mientras cruzamos nuestro particular Mar Rojo, en busca de la Tierra Prometida.
Un abrazo y ánimo.
Sí, así es. La "separación" no es total, sino suficiente. Por eso no conlleva la ruptura del vínculo, que permanece y es percibido intuitivamente.
ResponderEliminarEn efecto, la Física Cuántica explica nuestra naturaleza espiritual y así lo he tratado en alguno de los libros que he escrito, como seguramente conoces. Pero utilizaré también este medio para hablar de ello.
Gracias por tu presencia y colaboración. Y otro abrazo para ti.
Félix Gracia