El
aliento de vida nos hace seres
animados, sensibles, humanos, y se manifiesta en forma de respiración. Y,
puesto que constituye la base de la vida misma, también indica su cualidad. Así
comprendemos que la vida es ritmo, polaridad, alternancia de movimiento que se
repite…, y repite…, sin fin. Respiramos. Tomamos aire y soltamos; inspiramos…,
espiramos… Así, una vez, otra vez…, otra vez… Tomar…,dar…, tomar…,dar…, tomar…,
dar. Esta es la cualidad de la vida humana y, por tanto, la instrucción que
subyace en el alma; el modelo que
inspira nuestra manera de vivir:
tomar y dar. Dos polos o fases de una sola cosa, que es el aliento de vida, el cual percibimos y experimentamos en forma de
respiración. Es decir, de manera polarizada, experimentando los extremos
alternativamente. Pero no la unidad de ambos, no el intangible aliento mediante
el cual Dios se hace presencia en el
hombre.
En
el artículo “EL SUFRIMIENTO ÚTIL”, publicado hace unos días me referí a los dilemas como algo inherente a la vida
humana. Dije que no es posible instalarse en uno de los polos rechazando el
otro, porque ambos constituyen una unidad y van juntos. A lo comentado entonces
puede añadirse lo que expongo en el párrafo anterior respecto a la respiración.
La
inspiración y la espiración existen unidas, van juntas; la una existe porque
existe la otra, y no es posible establecerse en una sola. No es posible sólo
inspirar y retener lo inspirado, ni tampoco espirar y quedarse así. En ambos
casos se produciría la muerte, porque esa errónea actitud “desconecta” al ser
humano del aliento que le hace vivir.
La
vida humana se nos muestra a modo de dilemas
continuos porque la base de la vida, manifestada en forma de respiración, así
lo es. La Creación es una y todo
cuanto existe constituye una unidad.
Pero la opción del “Árbol del conocimiento del Bien y del Mal” que define
nuestra vida en el mundo, impone la experiencia de los extremos, de los polos
opuestos, como camino al conocimiento de dicha Unidad.
Félix
Gracia
Es interesante. La fuerza está en la Unidad. Si yo me dejará llevar por uno de los extremos estaría perdido. Para mí es mejor hablar de dolor cuando hablamos de crecer, porque el dolor permite crecer asumiendo las debilidades; mientras que el sufrimiento se produce cuando somos vencidos por un extremo de la balanza y nos vemos arrastrados hacia el mismo. Los extremos siempre son malos, porque desde el extremo se pierde la visión de la otra parte, que también tiene su contenido de verdad. Encontrar el equilibrio es necesario, porque éste es el que da la verdadera paz y el sentido de la unidad, esa unidad a la que pertenece el alma y desde donde la vida cobra sentido verdadero.
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