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martes, 26 de enero de 2010

A PROPÓSITO DE HAITÍ

La catástrofe humana vivida en Haití ha sido de tal magnitud que, durante unos días, el mundo ha parecido detenerse, sobrecogido y conmocionado ante la inmensa desolación. A la tragedia le ha seguido una respuesta solidaria nunca antes vista y un despliegue de medios que ha superado la capacidad de absorción del propio damnificado, dañado ya por la pobreza –de medios, de oportunidades, de justicia...- mucho antes de que el terremoto mostrase al mundo su inmensa necesidad.

Haití ha sido fuente de noticias minuto a minuto, todas parecidas, pero todas dramáticas también; porque mil muertes contadas una a una no es una repetición, sino mil tragedias. Pero entre ellas, sin fondo de ruinas a sus espaldas, un reportero hizo referencia a un suceso que no ha tenido repercusión mediática, tal vez porque se consideró un suceso menor en medio de tanta desolación. La noticia daba cuenta de lo ocurrido a dos hombres procedentes de la vecina República Dominicana, quienes cargaron sus respectivas camionetas con alimentos, ropas y medicinas y se adentraron en tierras haitianas con su cargamento de solidaridad en ayuda a sus vecinos. Ignoraban, seguramente, que además de alimentos era aconsejable llevar protección militar ¿Quién podía imaginarlo, cuando lo que te mueve es el deseo de socorrer al herido?

Recibieron dos disparos en el pecho cada uno, no se sabe si procedentes de delincuentes organizados en busca de un botín, o nacidos de la desesperación de quienes lo han perdido todo. Qué más da. El hecho es el mismo y nos lleva a la reflexión acerca de este mundo que llamamos humano, en el que hacer el bien o intentarlo no te garantiza la inmunidad frente al dañino, ni te aísla del dolor, ni de la injusticia. El mundo es samsara, advierte acertadamente el Budismo. Y la vida en el samsara se nos muestra así, misteriosa, desconcertante, contradictoria, impredecible, maravillosa, terrible...Pero en medio de tanta complejidad estamos llamados a ser algo más que supervivientes.